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24-El mozo parisino

Ya con los pies en la ciudad de París, tras haber caído del cielo como granizo, todos los Fragmentos de Omega contemplan la increíble y atractiva capital de Francia. Al ver con sus propios ojos la famosa Torre Eiffel, los gemelos Twidlecutt se deleitan tanto con su belleza que casi pierden la conciencia. 
Pero por otro lado, Railo siente muchísima nostalgia. Con estar ya en Francia, recuerda nuevamente la promesa que había hecho con Sarah, Nidia, Zack y Jerome de viajar a París y conocer varios lugares de éste juntos. 

-¡Hermano mira, ése es el oso Willy! ¡Nos está saludando! – le dijo, hace tiempo, Sarah, señalando el ornamento de un juego del parque de diversiones en el que se encontraban ese día. Un oso antropomórfico, de color naranja, que vestía un pantalón con tirantes.

-¿Eh? ¡Pero si es una estatua, Sarah!

-¡Idéntica a Willy, jijiji! ¡Iré con Zack a encontrar un juego que nos interese! – respondió, alejándose.

-¡Eli, quiero que me consigas un regalo como ese en los juegos! – le rogó Nidia, poniendo una falsa cara triste.

-¡Te conseguiré un regalo, pero eso no es nada más que una estatua! ¡No es un peluche!

-¡Ups! ¡No importa! ¡De igual manera quisiera algo similar!

-En ese caso, ¿qué tal un oso de felpa? ¿El más grande que posea este parque?

-¡Siiii! ¡Quiero algo así! – contestó muy alegre, mientras comenzaba a abrazarlo con ternura.

-¡Jeje, ya, ya!

-¡Hey Ray, Nidia! – los llamó Zack, apareciéndose en frente - ¡Sarah y yo hemos encontrado un juego muy chulo! ¡Es ése del martillo! ¡Vengan!

-¿Eh? ¿El juego del martillo?

-¡Es aquel en donde tienes que golpear con fuerza un botón, usando un martillo para que el medidor suba hasta el límite! ¡Vayamos a ese juego!

-¡Está bien, vamos! ¡Si lo gano obtendré muchos tickets! ¡Los suficientes como para comprarte el oso de peluche más grande de este parque!

-¡Ayyy, te amo tanto Eli!

-¡Y yo mucho más!

La pareja fue con Zack hasta llegar al dichoso juego del martillo. Allí se encontraron con Sarah y con Jerome, quien estaba intentando seducir a la chica que custodiaba el juego, mostrando ésta algo de resistencia al principio.

-¿¡Ese no es Jerome!? ¿¡Qué es lo que hace!?

-Lo de siempre... – contestó el muchacho con cierta molestia - ¡Pero miren! ¡Juguemos ya a este juego!

-¡Zack, quiero que me compres un peluche de Willy! – le pidió Sarah.

-¡Ok! ¡Aquí voy! – dijo éste, con el martillo de goma en mano, para golpear con toda su fuerza el botón del juego. Lamentablemente, la aguja sólo logró llegar hasta la mitad del medidor. - ¡Cielos, no soy tan fuerte!

-¡Pero mira! ¡Has llegado hasta la mitad! ¡Ganarás los suficientes como para comprarme el peluche!

-¡Ah! ¡Es cierto! ¡Jajaja! – rió, con su característica risa.

-¡Bien! ¡Es mi turno! – dijo Ray, o Eli para Nidia - ¡Dame el martillo, Zack!

-¡Aquí tienes!

-¡Eso es, Eli! ¡Haz que llegue hasta el límite! – lo animó su amada.

-¡Ahhhhh! – gritó, golpeando el botón con mucha fuerza. Y tal fue su sorpresa, cuando de repente se produjo un sonido como el de un cañón abriendo fuego, ocasionando que el ornamento del juego expulsase varias serpentinas. Al darse cuenta, Ray comprendió que había llegado al límite.

-¿Acaso yo…?

-¡Lo lograste, Ray!

-¡Hermano, ganaste! ¡VIVAAAAAAAAA!

-¡Que fuerza! ¡Es decir, felicidades! ¡Toma 250 tickets para ti y 125 para tu amigo! – lo felicitó la empleada y custodio del juego, dándole la cantidad merecida de tickets, con Jerome abrazándola.

-¡Genial! ¡Mira Nidia, lo he conseguido! ¡Ahora podré conseguirte el peluche! – exclamó el futuro Railo, satisfecho por ganar.

-¡SIIIIIIIIIIIIIIII! – gritó Nidia, comenzando a saltar de regocijo.

-¡D-discúlpenme un momento…! – se excusó la empleada, marchándose con el hermano de Zack a un rincón cercano donde comenzaría a besarlo.

-…Jerome sí que es todo un “galán”. – comentó Zack, al verlos.

-Vaya que sí… ¡Oh, miren el ornamento del juego! – indicó Sarah - ¡Es la Torre Eiffel!

-¡Y aún continúa expulsando las serpentinas! – señaló Nidia.

-¡Es tan hermoso! ¡Como lo debe ser Francia…! ¡Por favor, vayamos algún día allí juntos!

-¿Qué? ¿Lo dices en serio, Sarah?

-¡Sí, hermano! ¡Quiero conocer París y sus alrededores!

-¡Yo también quiero ir, Eli!

-¡No se olviden de mí y de Jerome! – interrumpió el muchacho.

-…Bueno, ¿por qué lo voy a negar? ¡Si ustedes quieren ir, entonces yo también! Aunque me temo que Jerome será más “galán” que ahora…

Todos rieron, excepto el mismo Jerome, que continuó besando a la chica que sedujo.

-¡Jajaja…! ¡Hagamos una promesa! ¡Prometan que iremos los cinco a París! ¡Algún día…! – pidió la joven.

Aquel día en el parque de diversiones terminó siendo uno de los mejores en su vida, debido a la promesa que a los juegos en sí y los peluches ganados. Desgraciadamente ya no le agrada en absoluto recordarlo, por el hecho de que ya no volverá a vivir algo así. Y por otro lado, se pone a pensar en aquel ser alado y tenebroso, que también lo sigue, cogiéndole mucho temor conforme pasa el tiempo, por haber pensado al principio que se trataba de una alucinación, descubriendo al final que es tan real como su habilidad de crear rayos.

-…Me pregunto si estamos en Boulogne-Billancourt. – se pregunta, algo nostálgico. – Oye, Gliam, ¿sabes en donde está el barrio de Boulogne-Billancourt?

-¿Boulogne-Billancourt? Está al oeste de aquí. ¿Por qué quieres saberlo?

-¿Iremos por allí? Sólo por preguntar…

-No. Nos moveremos hacia el noreste. Alemania no está al oeste…

-Oh, entiendo… - vuelve a contestar con desilusión.

-¡MIRA, MARCH, MIRA! ¡ES FRANCIA, ES FRANCIAAAAAAAAAAAAAAA! – exclama el Sombrerero, excitado con el país.

-Steven…es la Torre Eiffel. Siempre quise verla cuando era niña. – le dice Heather a su líder, quien contempla con ella dicho monumento.

-…Es tan sólo una torre. – comenta de manera antipática Glacius.

-Oh cielos. Tú sí que no le ves el valor a la Torre Eiffel. – le critica Louis.

-¿Y qué valor se supone que tiene? Es sólo una torre como cualquier otra. Puedes subirte a ella y contemplar los alrededores desde cierta altura. Nada más.

-¡La Tour Eiffel es el símbolo nacional de Francia! ¡Su valor es tan grande que todas las personas del mundo quieren venir aquí a contemplarla!

-Pero sigue siendo una torre ordinaria para mí.

-¡Jojojo, ya sé! ¡Lo dices por que no te agradan las torres, considerando que le tienes miedo a las alturas! ¿Por esa razón es que también atacaste a Horus en nuestra mansión, cuando jugaba a ser el Hombre Araña?

-…Esta conversación se terminó.

-Ahh…ahh… Por fin… - suspira Lucifer, mientras se recupera de las náuseas.

-¡París! ¡PARIS! – exclama Fuunra, alegre - ¡FRANCIAAAAAAAA!

-¡Oh, maestro Fuunra! ¿Usted también está feliz de estar aquí? – le pregunta Horus.

-¡Pues claro que sí! ¡Aquí están los mimos! ¡Y YO ADORO A LOS MIMOS! – responde el payaso, que comienza a actuar como si fuese un mimo, empezando a tocar con sus manos una pared imaginaria.

-¿Pero no eres un payaso?

-¡Soy un payaso, pero no es lo mismo! ¡Yo quiero ser también un mimo! ¡Aquel que puede expresarse por medio del silencio, sin ninguna palabra ni sonido! ¡Seré un “mimpayaso”! 

-¡WII, PUES YO TAMBIÉN QUIERO SER UN “MIMPAYASO”! – contesta el Fragmento de Agua maravillado - ¡Ahora que lo pienso, Lucifer se parece a un mimo!

-¡NO SOY UN MIMO…NI UN PAYASO! ¡BLAAGGGHH! – aclara el metalero, nuevamente mareado, que ve cómo Fuunra se le burla, diciéndole por medio de la mímica que no sólo lo parece, sino que también comienza a imitarlo.

-Qué se supone que Fuunra hace… - pregunta Railo, confuso.

-¿¡QUÉ VA A HACER!? 

Esperando a que su nuevo compañero fijara su atención en él, el payaso comienza su performance. Se arrastra por el suelo, como apenado, haciendo alusión al momento que Lucifer fue torturado emocionalmente por Broken para unirse a ellos. Luego se para para fingir tener mareos por unos segundos, finalizando con el lanzar de un vómito invisible. Terminado esto, se ríe en silencio.

-¡JAJAJAJAJA! ¡ERES UN GRAN MIMO, MAESTRO FUUNRA!

-¡PAYASO DE MIERDA! – le insulta Lucifer, tratando de sacarse el mareo.

-…I-Im…béciles… - los llama Broken, molesto con el actuar de Fuunra.

-¡Jejeje, gracias, gracias! – agradece Fuunra a sus compañeros.

-Nadie te alabó…salvo Horus. – le dice Railo.

-¡No arruines mi momento, Railo!

-¿Qué momento? Vives en una nube imaginaria, tarado.

-...Con que quieres ser también un mimo, Fuunra-san. – interviene Tetsu, que también contempló su actuar.

-¡Así es, Tetsu! ¡Desde niño me han llamado la atención, sobre todo el magnífico Marcel Marceau con su personaje llamado “Bip”! ¡Siempre que tenía la oportunidad, veía algunos videos suyos!

–Ya veo. De acuerdo a lo que he oído, Marcel Marceau fue uno de los mejores representantes de la pantomima en la historia, así que puedo encontrar lógico que quieras ser un mimo por un lado. 

-¡Espera! ¡En Japón existen también los mimos, sólo que están vestidos con trajes imperiales, y poseen no sólo pelucas y peinados extraños, sino también las caras pintadas en blanco con rojo o azul! ¿Cierto?

-…Te lo estás inventando.

-¡Pero si he visto fotos!

-A quienes te refieres en realidad son a los actores de Kabuki.

-¿Kabuqué?

-Kabuki. – corrige el samurai, que comienza a explicar sobre el mismo - Es un arte teatral de mi país, que se caracteriza por el uso de maquillaje en los actores para representar sus roles y personalidades. Por ejemplo, si un actor o actriz posee el color rojo sobre su rostro cubierto de polvo de arroz, representa a un personaje bueno, o a un héroe. Y si en lugar del rojo posee un color frío como el azul, entonces encarna a un villano, o a alguien de mal carácter.

-¿Sólo pueden pintarse de rojo y azul?

-No. También pueden utilizar el color marrón para representar a seres sobrenaturales, como demonios.

-Y déjame adivinar… ¡hablan!

-Así es. Cantan y bailan durante su actuación, acompañados por la música que realizan los respectivos músicos que se esconden en el escenario y por los kuroko, hombres “invisibles” vestidos enteramente de negro, cuyo rol es el de modificar la escenografía.

-Ya veo…

-¡EN ESE CASO, YO QUIERO SER UN ACTOR DE KABUKI, TETSU! – interviene Horus, más deleitado que antes.

-Pues debes ir a Japón y estudiar en una escuela de teatro tradicional.

-¿ERES TAMBIÉN UN ACTOR KABUKI?

-No. Soy sólo un samurái. Aunque de niño me gustaba ver junto a mi familia a varios de ellos.

-Suficiente. – avisa Stroyer, junto a Heather y Gliam. – Ya estamos aquí en Francia. Iré junto con Heather y Gliam a cierto restaurante. Mientras tanto sepárense con tal de que no puedan localizarnos a todos juntos.

-¿Eh? – se sorprende Glacius.

-¿De verdad? ¿Pero donde nos reuniremos? – pregunta Railo.

-En Notre Dame, cuando yo dé la señal. – le responde el líder, dejando en sus manos el rastreador de dispositivos, para luego marcharse al lado de la Reina de Corazones y el Gato Sonriente.

-…Bien. Voy a dispersarme por París…a la vez conoceré la capital… Suena algo interesante. – expresa Glacius.

-HAHAHAHAHA, HORA DE BUSCAR HUMANOS. – manifiesta Finem, poniéndose una capucha para protegerse del sol.

-Yo…m-me largo…d-de a-aquí… - avisa Broken, que se retira junto al vampiro y a Tetsu.

-Y yo controlaré a Finem-san. – avisa también Tetsu.

-¡Hermanitos! – grita Louis ante la orden de Stroyer - ¡Busquemos un buen lugar para desayunar, que me muero de hambre!

-¡SIIII! ¡VAMOS! – responden a la vez los Tweedle.

-¡MARCH DESEA COMER ZANAHORIAS! ¡Y GRAY TAMBIÉN!

-¿Gray? ¿Quién carajos es Gray? – pregunta extrañado Fuunra.

-¡MI RATONCITO! – declara Max, al cual presenta quitándose su largo sombrero. 

Y nada más quitárselo, asusta, o asquea a la mayoría de los Fragmentos de Omega, a excepción de sus hermanos. Porque revela en su cabeza una zona calva, donde encima descansa un pequeño lirón que pronto se despierta.

-¿TIENES A UN RATÓN EN TU CABEZA? – se asombra enormemente Railo.

-¡Eres un asqueroso! – le critica Glacius, que queda boquiabierto y asqueado.

-¡AHHHHHHHHHHHHH! – grita Fuunra, alejándose. - ¡TIENES A UN RATÓN! ¡DEBES DE TENER ENFERMEDADES!

-¡JAJAJAJAJA! ¿¡LE TIENES MIEDO A LOS RATONES, PAYASO!? – se le burla Lucifer, más que asqueado, satisfecho con su acto.

-¡Gray es un lirón! ¡No porta ni ocasiona enfermedades! – explica Louis - ¡Max lo baña una vez a la semana y lo deja descansar en la parte calva de su cabeza para evitar ensuciarlo con su cuero cabelludo!

-¡QUÉ BONITO! ¿PUEDO ACARICIARLO, PUEDO? – pide Horus.

-¡Adelante! ¡Él es inofensivo!

Satisfecho, el Fragmento de Agua acaricia con uno de sus dedos al pequeño roedor de Max, ante la mirada disgustada de sus compañeros.

-¡Jajaja, miren! ¡Se deja acariciar!

Y mientras casi todos los Fragmentos se sienten muy asqueados con Max y su peculiar mascota, Heather se siente algo confundida con Stroyer al dirigirse con él y Gliam en busca de “cierto” restaurante parisino.

-… ¿Steven? ¿Sabes exactamente a donde vamos a desayunar?

-A Le Cochon Mangeur. Y una vez allí ustedes desayunarán, y yo encontraré al posible nuevo Fragmento de Gravedad.

-Oh, ya veo. Tú siempre tan serio con tu misión... ¿Y qué hay del Fragmento de Tierra?

-Lo tengo reservado para alguien en especial…para los dos.

-¿En serio? ¿Lo conozco?

-Claro que sí. Fue nuestro compañero y amigo en Oxford, junto a Anthony y Carl.

-¿Junto a Anthony y Carl? – cuestiona, para terminar asombrada - …No me digas… ¡que hablas de Friedrich!

-O mejor dicho…”Dernok”. – interrumpe Gliam – Cuando le conocí de niño no entendía lo que decía, ya que solía hablar únicamente en alemán.

-Y quién sabe si lo seguirá haciendo cuando Steven lo reclute Gliam, aunque por un lado, sabe también inglés… Oh, a decir verdad, él no ha querido unirse la primera vez en Oxford.

-Por que era muy perezoso. Y sinceramente creo que lo sigue siendo, ya que no sé casi nada de él. Pero de todas formas lo convenceré cuando lo volvamos a ver en Alemania. – afirma el líder, mientras camina junto a los hermanos.

-Entiendo… por cierto, ¿no deberíaís quitaros los chalecos vosotros dos? Puede que la gente los vea de mala gana, o sobre todo que los reconozca por lo sucedido en Nueva York. Hasta el día de hoy, esos sucesos continúan siendo de gran atención mundial.

-Lo haré en cuanto encontremos el restaurant.

-Yo también hermana mayor, junto con la máscara de Cooper.

-Está bien.

Y a medida que camina por París, ella se pone a pensar en Steven, algo preocupada por su total dedicación a su misión, creyendo que debería tener también un momento para descansar, aún si él no se siente cansado en absoluto por el uso de su dispositivo elemental. 
El pensar en él ocasiona que vuelva a recordar el momento en el que lo conoció por primera vez hace diez años, en la universidad de Oxford junto a Friedrich, Carl y Anthony, después de un mes de ingresar. Su rostro y sus ojos verdes mantenían esa seriedad que perdura hoy en día, con la diferencia de que era obviamente más joven, teniendo veintidós años y el pelo rojizo más corto.
Con un cierto interés por él, Heather se le presentó personalmente un día que ambos se encontraron por casualidad en una de las bibliotecas de Oxford para estudiar. Siendo un año más joven que Steven, ella fue lo más formal posible ante él, quien se hallaba sentado en una mesa, leyendo un libro de historia con suma indiferencia hacia su alrededor.

-…Ho-hola…jaja. – lo saludó tímidamente. - ¿No le molestaría si yo me sentara a su lado?

-¿Para estudiar? – le respondió Steven, sin dejar de leer – Ésta no es la única mesa que hay en la biblioteca, a no ser que no quieras estudiar realmente.

-Ja…pues…verá…yo…

En ese momento, el futuro líder de los Fragmentos de Omega la miró de frente con su seriedad, incomodándola aún más.

-¡Disculpe! ¡No quise molestarlo en su estudio! – se disculpó Heather, procediendo a marcharse avergonzada.

-No lo haces. – la detuvo, tranquilizándola – Siéntate a mi lado si quieres.

-Gracias… - agradeció, sentándose justo a su lado.

-...Bien. Imagino que quieres conocerme, ¿estoy en lo correcto? – le preguntó Steven.

-Jajaja…pues sí…Por lo que veo, usted es alguien muy comprometido con su…estudio.

-No es necesario que seas tan formal conmigo, aunque me supongo que es propio de los británicos que posean muchos modales.

-Oh, ¿sabes que soy británica?

-Puedo notarlo al oír tu acento.

-Jaja, que tonta soy…y tú no eres británico ni europeo… ¿eres norteamericano?

-Así es. Vengo de Estados Unidos…fui enviado aquí a estudiar. - explicó con cierto desdén, mirando hacia abajo.

-Oh… ¿dije algo malo?

-…No. Discúlpame. Me llamo Steven. Steven Alexander Rosemberg. ¿Cómo te llamas?

-Heather…Heather Taylor.

-Heather. Tienes un bonito nombre. Su significado es el de una planta en florecimiento. Y además las personas llamadas así suelen tener como características propias el gusto por el orden, los detalles, y evidentemente las flores.

-¡Tienes razón! A mí me gustan mucho las flores, y suelo ser muy detallista a veces jaja…aunque también no suelo ser yo misma cuando me enfado... Pero además, gracias por decir que tengo un bonito nombre, jaja.

-No sólo eso. También tienes un bonito y largo cabello.

-Gracias por eso también…Steven… - contesta muy ruborizada - ¿Y qué estás estudiando?

-Nada que tuviera que ver en cierto sentido con mi carrera. Tan sólo leía algo de historia. Precisamente estaba leyendo los hechos ocurridos sobre la Segunda Guerra Mundial. Como por qué se inició; qué países fueron tomados por los Nazis; qué eran el Triple Eje y las fuerzas aliadas. Esas cosas. 

-Ya veo… ¿te gusta la Historia?

-No. La detesto.

-¿Por qué?

-Por que nos muestra cuán crueles fueron los seres humanos en tiempos pasados. Nos enseña la cantidad de sangre derramada por cada suceso histórico que consideramos “beneficioso” para toda la humanidad. Pero por un lado, leer y aprender sobre ella nos enseña a no cometer los mismos errores del pasado para traer un nuevo y pacífico futuro.

-…¡Que buen pensamiento tienes! Con eso podrías convertirte en un gran político o filósofo… ¿Puede ser que estés estudiando Derecho?

-Me enviaron aquí para eso, pero no estoy interesado en lo mas mínimo en estudiar precisamente las leyes.

-Oh... ¿Entonces…en qué estás interesado?

-No me entenderías si te lo explicara ahora mismo, ya que apenas nos estamos conociendo. Ahora, si me disculpas…quiero seguir leyendo.

-Está bien…siento molestarte.

-No, no lo hiciste.

Algo aliviada, Heather dejó entonces a Steven continuar con la lectura su libro, encontrándolo por un lado, tras conocerle, muy introvertido y serio. Pensó incluso no volver a hablarle, dada la total dedicación de éste con la lectura, y por el aparente hecho de que detestaba estar no sólo en Oxford, sino también estar en compañía. Pero de cualquier forma, su interés en él era tal, que no podía resistirlo. Y días después, se reuniría con él nuevamente en el comedor, junto a sus amigos Carl O’Kein y Friedrich Dernok, encontrándolo solo, comiendo un plato de sopa.

-¿Porrqué tenemos que sentarrnos aquí? – preguntó Friedrich, perezoso – Quierro irr al extrremo de la mesa a dorrmirr.

-Vamos Friedrich, anímate. Tenemos que estar los tres juntos en Oxford. – le insistió Carl, calmado – Además, Heather siente cosas por ese norteamericano.

-¡No siento nada! – se quejó la Reina, nerviosa.

-¿Por qué no? Es pelirrojo como tú, y de algún modo me cae bien…pese a que no quiere estudiar derecho.

-Ephraim también es pelirrojo, Carl…al igual que Steven.

-Oh, cierto. Tu novio… pero espera, ¿quién es Steven? 

-¡Es ese chico!

-¿El que te gusta? ¡Cielos, qué tonto soy!

-¡No me gusta! – se quejó nuevamente, para descubrir luego a Steven, mirándola mientras comía. La vergüenza que comenzó a sentir casi la hizo marcharse. Y hasta el día de hoy, el pensar en ello la pone colorada. Sin embargo, no se marchó en aquel momento, sino que se quedó en el comedor.

-Tú de nuevo. – le dijo Steven mientras comía, sorprendiéndola tanto a ella como a Carl, ya que Friedrich no les prestaba ninguna atención.

-¡Lo siento! – se disculpó Heather.

-¿Por qué lo sientes, Heather? Por lo que veo me has venido a presentar a tus amigos…no veo nada de malo en ello. Si lo desean, siéntense.

-Oh…está bien… - asiente ruborizada.

-¡Oye colega! ¡Eres un norteamericano!

-¿Y qué?

-¡Jeje, disculpa! ¡Es que nunca he conocido a uno en persona! ¡Me llamo Carl, Carl O’Kein! ¡Soy de Irlanda del Sur!

-…Mi nombre es Steven. Steven Rosemberg.

-¡Encantado de conocerte! ¡Y este dormilón de aquí es nuestro amigo Friedrich! ¡Friedrich Dernok!

-Por lo que veo no le importa tanto estar aquí. – comentó, viendo cómo él dormía sobre la mesa.

-¡Es que es muy perezoso! ¡Aunque de alguna forma se las arregla para obtener las más altas notas aquí!

-Pues debe de ser muy inteligente. Y por el nombre me supongo que es de Alemania.

-¡Así es! ¡Proviene exactamente de la capital, de Berlín! Aunque desde luego que no nos quiere decir en qué distrito…pero bueno, ¿qué tal lo llevas aquí, en Oxford?

-Simplemente leo, estudio, y obtengo mis calificaciones. Nada más. – contestó.

-Oh, entiendo. ¿Pero tienes a algún amigo en especial, además de…Heather?

-Tengo a mi compañero de cuarto, Anthony. Ahora mismo debe de estar leyendo cientos de libros de lo que más le gusta en la biblioteca: la botánica y la química.

-Ya veo. ¿Y estás aquí por derecho, verdad?

-Así es. Me enviaron aquí en contra de mi voluntad para estudiar esa carrera.

-¿En contra de tu voluntad? ¿O sea que no querías estar aquí?

-No tuve otra opción. Pero de todos modos, estudio lo que a mí me parece esencial para cierta meta. Porque más allá de lo que deseen los demás, importa únicamente lo que yo quiera hacer.

-¡Tienes razón! Pero entonces… ¿ no estudias derecho?

-No siempre. Prefiero estudiar Historia, Política y Matemáticas. 

-Oh, ¿y porqué quieres estudiarlas?

-Heather seguramente te habrá dicho que aborrezco la Historia, pero que por un lado la estudio para aprender de los errores que la humanidad ha cometido. Y en cuanto a Política y Matemáticas, estudio la primera para saber cómo emplear mis sueños y lo que quiero para el mundo, y la segunda para agilizar mi mente, y por ende pensar y analizar con rapidez las cosas.

-Oh… ¡pues por lo que veo pareces estar muy comprometido con esas cosas! – comenta Carl, sorprendido. - ¿Y precisamente se puede saber qué es lo que quieres en la vida?

-…No me entenderían si se los dijera.

-¡Ay, vamos! ¡Dilo colega!

-No soy tu colega. Apenas nos conocemos.

-Lo siento…

-Steven. – interrumpe Heather - ¿Por qué no nos quieres decir tu meta en la vida? Dimelo a mí al menos, que me conoces…

-Si de verdad quieren saber qué es lo que quiero, tendrán que convencerme de eso. Ahora, quisiera seguir comiendo…si no les molesta.

-Está bien… Nos vemos… Chicos, vayamos a por un plato cada uno.

Habiéndose alejado de Steven, Carl expresa cierto desagrado a su amiga, tras conocerle.

-¡No mentí cuando dije que me estaba cayendo bien, pero Heather, él si que es muy serio! ¿Acaso nunca ha reído en su vida?

-Debió pasar por algo difícil, Carl, como a mí… Además recuerda que fue enviado aquí en contra de su voluntad a estudiar.

-Tienes razón, ¡pero tampoco es tan dificil decir qué es lo que quieres cumplir en la vida! ¿No es así, Friedrich?

-…Carl…

-¿Eh, Friedrich? ¿Porqué no me contestas? – pregunta nuevamente, para descubrir a su amigo alemán, aún en aquella mesa con Steven, durmiendo de lo perezoso que es. - ¡Friedrich!

Pasado un tiempo, los tres amigos nuevamente se reencontrarían con Steven en el campus, mientras éste continuaba su lectura al aire libre. En esta ocasión, ellos conocerían a la vez, a su compañero de cuarto, Anthony, que se encontraba con él entablando una conversación.

-¿Así que no quieres revelar tu meta a casi nadie? ¡En algún momento tendrás que hacerlo, Steve! ¡Apenas me has mencionado unas palabras, sentí como si de verdad lo dijeras en serio, pese a que apenas te conozco! ¡Es como si tuvieses un don especial para convencer a las personas de lo que haces! – le dice éste.

-Lo sé. Y no me creerías si te dijera como descubrí este “don”… pero de todas formas, por el momento no me siento preparado para anunciar mi meta.

-¡Heather, mira! ¡Allí está tu hombre! – le indica Carl, junto a un Friedrich algo dormilón.

-¡Oigan, no es mi hombre…! – protesta la futura Reina de Corazones.

-¡Oye, Steve! ¿No es esa tu chica? – le avisó éste a su compañero, sin conseguir que se sorprendiese.

-No es mi chica. Es sólo una conocida. – respondió Steven, sin apartar la mirada de su libro.

-¡Jaja, Steve, no es cortés que no le dirijas la mirada a una señorita cuando se va a acercar a hablarte!

-La miraré en cuanto me hable.

-Hola…Steven. – lo saludó Heather, nerviosa - ¿Cómo estás?

-Bien. – contesta el mismo, mirándola y ocasionando que sonrojase.

-¡Jajaja! “Bien” – se burla amistosamente Anthony, sin embargo es ignorado por Steven.

-…Y tú debes de ser el compañero de cuarto de Steven… ¿verdad?

-¡Así es! ¡Me llamo Anthony Zanfield, gusto en conocerte! ¡Ya te lo ha dicho Steve, pero eres muy bella! 

-Jaja, muchas gracias…

-¡Hey que tal, colega! ¡Yo soy Carl, amigo de Heather! ¡Y el dormilón que ves aquí a mi lado es Friedrich!

-Zzzzzz – roncaba parado éste.

-Vaya…un placer. Por su nombre y apariencia me supongo que es alemán. Y parece que se ha quedado dormido. ¿Padece de narcolepsia?

-Jajaja, sí… pero aunque no lo parezca, Friedrich es muy estudioso. Y sí, es alemán. En cambio, Heather es británica, y bueno, yo soy de Dublín.

-Oh, eres irlandés…como yo… Soy de Belfast, es decir, de Irlanda del Norte.

-¡Vaya! ¡Podría decirse que somos vecinos!

-Jajaja, supongo. Aunque lastimosamente, ser irlandés tiene su lado negativo aquí. Al menos para el colegio de ciencias de la universidad. 

-¡Lo sé! ¡Debes de referirte al profesor Rob Gloushire! ¡No es mi profesor en ciencias, pero lo es en Matemáticas! ¡No sé que tiene en la cabeza ese tío para odiarnos sólo por el hecho de ser “más suertudos que otros”!

-Es un imbécil. Sea cual sea la reputación que tenga, suele modificar los exámenes destinados a estudiantes irlandeses para que no tengan posibilidad alguna de aprobar. 

-¡Eso es totalmente injusto! No entiendo cómo es que nadie lo denunció por ello.

-Pues por la influencia que posee en Oxford, no debe tener muchos problemas en convencer a los demás directivos de su completa “inocencia”. Pero en fin, hablaremos de esto en otra ocasión. Ahora, ¿qué tal les cae Steve?

-Jeje, bueno, no lo conocemos del todo como para dar una opinión. Pero él me cae bien, y a Heather mucho más que a mí.

-¡Carl! – protestó Heather, muy ruborizada.

-¿Huh? …Bien…….Zzzzzzzzzzz – dijo Friedrich para luego continuar roncando.

-¡Es bueno saber eso! ¿Los has oído, Steve? ¡Tienen una buena impresión de ti! ¡Y quieren conocerte ya! ¡Quieren ser tus amigos! Sobre todo la querida Heather…

-¡Oye! – protestó nuevamente la joven Reina.

-Vaya vaya vaya… - respondió Steven, mirando hacia abajo por un momento – Pues, ya que los tres tanto ansían conocerme, no me queda otra opción que darles el gusto. Porque de cualquier forma no me dejarán en paz.

Ante esas palabras, Heather no puede evitar sentir algo de escalofríos ante las palabras de Steven en aquel momento, dichas con total despreocupación. Aún así, por esas mismas palabras, ella lo encontró más atractivo, ya que finalmente de esa manera se hizo su amiga, así también como de Anthony, quien por alguna razón está separado de los Fragmentos de Omega, aunque aún sigue vinculado a la organización.
En ese mismo momento, Gliam, luego de llamarla tres veces, la hace volver a la realidad, terminando así de estar sumisa en sus recuerdos.

-¡Hermana! Por fin has vuelto en sí.

-Oh…lo siento Gliam. ¿Qué ocurre? – pregunta, para ver a continuación a su hermano y a Stroyer sin sus chalecos emplumados, teniéndolos sobre sus brazos. Y mientras que Gliam viste un suéter de rayas verdes y púrpuras, el líder en cambio expone una camisa de color blanca, siendo sin quererlo bastante más atractivo para la Reina.

-Hemos llegado al restaurant Le Cochon Mangeur. Así que, ¿desayunamos?

-Sí… Busquemos una mesa adentro.

-Ya he encontrado una. – replica Stroyer – Vayamos.

Los tres entonces entran al restaurant, encontrando apenas a algunas personas allí debido a la hora actual. Como el nombre del lugar deja entrever, Le Cochon Mangeur, que traducido al español es “El cerdo comelón”, allí se come principalmente, aunque por las tardes y noches, carne de cerdo. 
Los mozos y mozas pasan y pasan, cada uno con un delantal azul francés y un moño, atendiendo a cada uno de los pocos clientes. A la vez, las noticias sobre la actualidad del país se transmiten en la televisión francófona que se encuentra adherida a una de las paredes. 
Nada más sentarse en su respectiva mesa, Heather espera a ser atendida junto a sus acompañantes. No tuvo que esperar mucho tiempo para que un hombre gordo y con un gorro de chef los viese, para luego llamar a uno de sus empleados. Precisamente a un joven adulto que se encontraba fumando sobre una ventana abierta, mirando a nada en particular. Probablemente piensa en algo en especial más que en mirar. 

-Remy! Fait ton travail, dejá! (¡Remy, haz tu trabajo, ya!) - le ordena su jefe a gritos, obligándolo a apagar su cigarrillo.

Mirándolo con cierto desprecio, el fumador cumple su tarea y se acerca a la mesa de los tres mientras su rechoncho superior regresa a la cocina. Nada más verlo, Stroyer rápidamente parece interesado por su persona.

-Bonne journée, ¿qui voulez-vous pour dejeuner? (Buenos días, ¿qué quisierais desayunar?) - les pregunta el joven mozo que los atiende, de pelo castaño y ojos azules, con cierto tono de resentimiento hacia el chef. 

-Bonne journée – responde Heather, en francés – Je veux une tasse de café avec deux croissants, s’il vous plaît. (Buenos días, yo quisiera una taza de café con dos croissants, por favor)

-Trés bien, et vous, messieurs? (Muy bien, ¿y ustedes, caballeros?)

-Le même. (Lo mismo) – contesta Gliam, haciendolo también por Stroyer, quien se queda en silencio, mirando al mozo.

-Parfait… (Perfecto…) ¡hip! – dice el joven mozo, que por ponerse algo nervioso ante la mirada fija del líder hacia él, comienza a padecer hipo antes de marcharse a por los pedidos de éstos.

-…Parecía algo nervioso antes de retirarse.

-¿Steven, has hecho algo? – le pregunta Heather a éste.

-Lo miré. Nada más.

-Ay, de seguro lo has incomodado un poco.

-Yo no diría eso. ¿No has notado que estaba molesto?

-Oh…está bien. – responde, pensando que lo hizo por una razón.

Y al cabo de un minuto, el joven mozo regresa a la mesa con el mismo pedido para los tres Fragmentos de Omega. Tres tazas de café con seis croissants. 

-Voilà.

Con su desayuno en manos, Gliam y Heather agradecen en silencio y comienzan a comer, mientras que Steven se abstiene de hacerlo.

-…Vous ne mangez pas? (¿No va a comer?) ¡hip!– le pregunta el mozo a Stroyer, de nuevo con hipo.

-No tengo hambre…Remy.

-…¡hip! – se asusta el mozo, sorprendiéndose más de que él sepa su nombre, que del hecho de haberle hablado en inglés.

-¿Steven? – le pregunta Heather, igual de sorprendida.

-…¿Steven? – empieza a preguntar Remy, en su idioma - ¿Segnog, es usted Steven Gosembeg? ¡hip!

-Exactement. – responde éste en francés.

La sorpresa se manifiesta en el rostro de casi todos, a excepción del mismo Stroyer, que de alguna forma, parece conocer al joven mozo francés de veintiséis años, quien rápidamente se quita el delantal que lleva puesto, arrojándolo con fuerza al suelo. Como si se sacara un gran peso de encima.
Todos los demás lo miran a él y a Steven. Se produce un gran silencio que no es interrumpido hasta casi un minuto después, cuando el chef gordo regresa al comedor y descubre que Remy ya no tiene su delantal puesto.

-Remy! - lo reprende, sin entender qué está pasando.

-Je quitte, boule de grasse! (¡Renuncio, bola de grasa!) - le responde a éste, con un insulto.

El chef gordo entonces se enfada, tomando con furia su gorro y apretándolo para intentar contener su temperamento. Pero sin embargo, cuando dirige una mirada hacia Steven, se sobresalta tanto, que su barriga parece moverse independientemente, como si fuera una pelota rebotando.
Sabiendo quién era él, pero habiendo olvidado por qué era tan conocido, el chef toma el control remoto, lo apunta hacia el televisor de su restaurante y cambia al canal de noticias.
Oportunamente, descubre en vivo y en directo un canal de noticias, donde un programa, que todavía sigue investigando la muerte del alcalde Rosemberg y su familia en Nueva York, muestra una foto del único hijo varón de éstos, siento tomado como el principal sospechoso en sus muertes, de acuerdo a la declaración de sus sobrinos. Los hijos de una de sus hermanas fallecidas, quienes declararon que su tío ingresó y prendió fuego toda la casa en la que moraba su familia entera.

-¿Steven...? - empieza a hablarle Heather, algo sorprendida.

-Creo que debemos irnos antes de que un alboroto se dé lugar - sugiere Gliam, levantándose de la mesa.

En silencio, Steven hace lo mismo, dirigiendo una mirada seria hacia el chef gordo. Y en cuanto lo ve levantarse, deja escapar un grito de terror, tomando lo primero que encuentra a su alrededor para luego arrojárselo, temiendo por su vida.
Lo que toma es un pote de pimienta, que ni siquiera llega a rozar a Stroyer, aunque termina golpeando a un cliente ignorante del momento, que se molesta de inmediato con el chef, regresándole el favor con un plato. Y ya a los pocos segundos, una tormenta de pimientas, platos, cubiertos y vasos se da a lugar dentro de Le Cochon Mangeur.

-Vámonos- ordena el líder, abandonando el restaurante con seriedad, enterándose de que lo están buscando, aunque ya se lo esperaba.

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