Luego de que su amada Syrinne abriese la puerta de su
apartamento para terminar conociendo a un misterioso hombre llamado Stuart, que
a su vez la durmió con tan sólo un estrecho de manos, Soleyu recuerda cómo la
vio desplomarse. Cómo corrió hacia el individuo sin pensárselo dos veces, con
la intención de atacarle por lo que le hizo. Y cómo terminaría de la misma
manera que ella. Inconsciente, tras ser su cara tocada por la mano del sujeto.
Pero antes de desmayarse, recuerda haber visto la silueta de
alguien, que de la nada se aparece al lado de Stuart. Sin saber quién es en
realidad, el corredor se culpa tortuosamente por lo sucedido, al ser incapaz de
proteger a su amada. Y a la vez, se siente confundido por lo que pasó. ¿Quiénes
eran esas dos personas? ¿Qué querían con él y Syrinne? ¿Dónde está ella ahora
mismo? ¿Sus captores serían de alguna forma, aliados de los Fragmentos de
Omega?
-No son sus aliados. - le responde alguien. Alguien que le
llama bastante la atención, no sólo por ser capaz de leer sus pensamientos,
sino por compartir su misma voz.
-¿Q-Qué? ¿Quién eres? ¿Eres tú, Ouroboros? – pregunta
Soleyu, sin ver a nadie en medio de la oscuridad.
-No. No soy Ouroboros, Soleyu.
-¿Eh? ¿Entonces…quién eres? ¿Y por qué no te veo?
¡Muestrate!
-No puedo hacerlo aún. Seré descubierto si lo hago.
-¿Cómo que serás descubierto? ¡Dime quien eres!
-Deberías saberlo…Trata de adivinar.
-¿Q-Qué adivine? – responde perdiendo la paciencia, sin
siquiera tomarse un tiempo para pensar - ¿¡Qué significa esto!? ¡Tan sólo
dime quien eres! ¡Dime en donde estoy, o en donde está Syrinne! ¡DÍMELO!
-Estás encerrado en una habitación. Atado en una silla. Y
estás siendo vigilado. Y Syrinne está corriendo la misma suerte que tú.
-¿¡ACASO SABES…QUIEN NOS HA SECUESTRADO!?
-Yo no diría exactamente, que has sido secuestrado…
-¿¡Q-QUÉ!? ¡PERO SI ELLOS NOS HAN TOMADO POR LA FUERZA !
-No tuvieron elección.
-¿¡DE QUÉ ESTAS HABLANDO!? ¡DIME CÓMO SALIR DE AQUÍ!
-Tienes que calmarte. Cálmate. Cálmate, Cálmate…
Dichas palabras resuenan y resuenan. Y en ese mismo momento,
justo antes de que pudiera responder con agresividad ante aquel ser que se
mezclaba con la oscuridad, Soleyu despierta, encontrándose efectivamente como
le había dicho aquella voz, atado con varias cuerdas en una silla, y solo, en
una pequeña habitación con una puerta, una lámpara que cuelga del techo, y lo
que parecen ser ventanas en cada una de las cuatro paredes.
Sorprendido, intenta mantener la calma, contemplando el
lugar que le rodea. Viendo con atención cada una de las ventanas, el corredor
no ve otra cosa más que su propio reflejo en ellas, por lo que cree que tal vez
se traten en realidad de espejos. Esto lo confunde e irrita aún más, intentando
en vano librarse de sus ataduras. Tras el rotundo fracaso, comienza a
desesperarse.
-No me queda otra opción… ¡No me queda otra opción! ¡Todo
sea por salir de aquí! – se dice Soleyu con amargura, comenzando a pronunciar
unas palabras - ¡Unión del cuerpo y alma!
Con dichas palabras, él lograría activar su habilidad
especial. Lograría utilizar también su cerebro a más del cien por ciento con el fin de
utilizar la fuerza que adquiriría para librarse, al costo de sufrir una fatiga
extrema después. Pero nada más le importa ahora que irse de su cautiverio y
buscar a Syrinne.
Desgraciadamente, por alguna razón, nada ocurre.
Desgraciadamente, por alguna razón, nada ocurre.
-¿Qué? ¿P-Por qué no…sucede nada? ¿¡POR QUÉ!?
Justo antes de perder la poca paciencia que tiene, Soleyu recuerda
lo que la voz le dijo en su mente. Que estaba siendo vigilado. ¿Pero por quién?
Seguramente por aquellas dos personas que lo han “secuestrado”.
-¡OIGAN! – comienza a gritar hacia los espejos - ¿¡DONDE
ESTOY!? ¿¡DONDE ESTÁ SYRINNE!? ¡RESPONDAN! Por favor…
No hay ninguna respuesta. Ante el silencio abrumador, el
corredor finalmente cede y se sacude violentamente, buscando librarse una vez
más de sus cuerdas en medio de gritos e insultos, hasta que se estrella contra
el suelo, aún atado a la silla, al sacudirse hacia la derecha. Deja escapar un
corto grito de dolor al aplastarse el brazo derecho y casi fracturárselo, por tenerlo atado en la parte posterior del asiento. Sin poder levantarse, se
frustra y se maldice terriblemente por no poder escapar.
Y del otro lado de los espejos, que en realidad se tratan de
esas ventanas “mágicas” que se usan en los cuartos de interrogatorio de la policía,
donde uno no puede verse más que a uno mismo, una mujer joven, de pelo atado en
puntas, vestida con un traje grisáceo, una bufanda roja, ojos azules pálidos, y el mismo cabello negro que Soleyu, lo vigila con seriedad… y algo
de tristeza.
-Soleyu…entiendo como te sientes…pero debes ser paciente. –
le dice con calma, sin esperar una respuesta. – Si te dejáramos ir ahora…ellos
te encontrarían…y lo que harán contigo será peor que haberte lastimado la cara
contra el suelo…
-…No quieres perderlo otra vez, aún si él ya no te recuerda.
– le contesta un hombre, que se le aparece justo a su lado. – Hiciste todo lo
necesario con fin de que pudiese vivir tranquilo y lejos por un tiempo,
dejándole un montón de dinero para que viviese sin trabajar…aunque pienso que
no debiste decirle que debía de volverse activo.
Sin sorprenderse por su aparición, la mujer ve a su socio. Un
hombre alto de mediana edad, vestido con un chaleco y sombrero pardos, de cabello
tan largo y negro como el del corredor, y con los mismos ojos grises, que se
pone a contemplar con una sonrisa cómo su “rehén” se dedica a sí mismo un par
de insultos, a la vez que se quita el sombrero.
-No quería que sufriese tanto como ahora, Abraham... Aquel
día ni siquiera sabía por qué estaba en el hospital. Padecía amnesia… Lo único
que podía hacer para animarlo era decirle que se volviera activo a fin de que
recuperara sólo alguno de sus recuerdos. Y también para defenderse en caso de
ser perseguido o asaltado en Nueva York.
-Y por eso mismo no debiste de hacerlo, Helena. De esa
manera él ha sido finalmente encontrado, durante la presencia de los Fragmentos
de Omega en la ciudad. Y estuvo a punto de ser secuestrado nuevamente si
nosotros no hubiéramos actuado antes. Además, Ouroboros le devolvió parte de
sus recuerdos, aunque también puede alterárselos, ya que Soleyu recuerda a la
chica que conoció en Blind River y con la que se reencontró hace tres meses.
-Sí… Tuvimos que salvarla también, pues, si bien no es una
Van Helsing, ella se parece a uno, o incluso a un miembro de las demás familias, y
podría ser tenida en cuenta como una… En fin, ¿qué tal la está tratando Stuart?
-La está interrogando ahora mismo. – le contesta el hombre,
que procede a echar un vistazo a una computadora que se encuentra sobre una
mesada, debajo de la ventana por la que ven a un desesperado Soleyu. Y en el
monitor, se ve de forma pixelada, a una figura rojiza, con puntos blancos como
ojos, que parece mirar hacia la pantalla mientras se mueve por todos lados.
-Parece que Ouroboros está bastante enojado. – comenta en
base a lo que ve.
Y en el segundo piso del edificio, en otra habitación
similar a aquella en la que se encuentra retenido el corredor, una aterrada
Syrinne se encuentra pegada a una silla, igual de atada que su amado, frente al
mismo hombre pálido que la había adormecido en Manhattan, el cual también está
sentado frente a ella. Su mirada blanca, sumado a
sus ojos celestes, reflejan su total indiferencia al terror que siente la joven
irlandesa en ese mismo momento.
-¿¡Por qué no dices nada!? ¿¡Qué es lo que quieres de
mí!? – le exige saber Syrinne.
-No quiero nada. – le contesta Stuart, tranquilo.
-¿¡Qué no quieres nada!? ¿¡ENTONCES PORQUÉ ME HAS
SECUESTRADO!?
-No te he secuestrado.
-¿¡QUÉ DICES!?
-Que no te he secuestrado. Eso dije.
-¿¡EN DONDE ESTOY!?
-Lejos.
-¿¡QUÉ HAS HECHO CON SOLEYU!?
-Él está bien. No te preocupes.
-¿¡BIEN!? ¿¡Y EN DONDE ESTÁ!?
-Aquí, en otra habitación.
-¿¡DE VERDAD!?
-Sí. Y si te calmaras, quizás podría hacer que lo veas en
unos minutos.
-…
Escuchando al hombre blanco, Syrinne decide hacer caso a
su sugerencia con tal de ver a su amado. Procede a callarse, a tomar un poco
de aire, y a respirar lentamente, pese a que el ambiente que la rodea, y sobre
todo, la fija e indiferente mirada blanquecina de Stuart, la aterran e
incomodan bastante. Como si estuviese cara a cara, en cierto sentido, con un
fantasma.
-Bien…me calmo. – contesta indignada.
-Muy bien.
-… ¿Quién eres tú?
-Ya te lo dije. Me llamo Stuart.
-¿Pero quién eres en realidad? ¿Acaso eres…un Fragmento de
Omega? ¿Acaso estás con ellos?
-No. No soy un Fragmento de Omega.
-¿Entonces cómo es que lograste dormirme…con tan sólo
darme la mano?
-Pues…porque puedo hacerlo. Tengo un poder, como ellos, sólo
que no es elemental. Puedo dormir a la gente como si yo fuese un hombre de
cloroformo.
-¿Qué? ¿Eres un hombre de cloroformo?
-Me suelen llamar así.
-¿Por tu habilidad?
-¿No es obvio?
-¿Pero de dónde sacaste tu poder?
-¿Tanto importa?
-¡Pues te lo estoy preguntando!
-Bueno. Me han insertado dicho poder en mi cuerpo.
-¿Quiénes?
-No puedo decirlo. No entenderías.
Irritándose con su simple
actitud y poca palabrería, la joven se enfada nuevamente.
-Bueno, ¿sabes qué? ¡Dime que es lo que quieres de mí! ¡Haré
lo que digas con tal de que me dejes ver a Soleyu en unos minutos!
-Ya he dicho que quiero de ti. Quiero que te calmes.
¡Estoy calmada! ¡Pero quiero verlo ahora!
-Pues espera, estando calmada.
-¡Mierda! ¡Tan sólo…dime qué tengo que hacer para verlo ya!
Además de estar calmada. - rezonga.
-Nada. Sigue así.
-¡Maldito seas!
-Parece que no te vas a calmar. No me dejas elección.
-¡ESTOY CALMADA! ¡DÉJAME VER A SOLEYU…! ¿¡QUÉ HACES!?
Ante su pérdida de paciencia, el hombre de cloroformo acerca
su mano derecha hacia Syrinne. Ésta de inmediato se da cuenta de lo que le va a
hacer, por lo que se mueve violentamente de su asiento para intentar librarse
tanto de él como de sus ataduras. Al igual que Soleyu, fracasa, con la sola
diferencia de que no cae al suelo.
-¡NO, ALÉJATE! ¡NO ME TOQUES! NO ME…toques…
-Dulces sueños.
Al cabo de unos segundos, Abraham entra a la habitación con
seriedad. Viendo a la joven nuevamente inconsciente, sin mostrar sorpresa
alguna por ello, simplemente la ignora, habiendo entrado con la intención de
darle órdenes a su subordinado.
-Stuart. Debemos irnos. “Ellos” están por las calles
londinenses.
-¿Ellos, maestro? ¿Quiere decir…los de Hidden
Heaven?
-Así es. Vente conmigo y con Helena ahora mismo. Data ya
está por llegar aquí para llevarse a nuestros dos tortolitos lejos, por lo que
no debemos preocuparnos de dejarlos solos.
-Muy bien. – obedece sin chistar, abandonando a su “rehén”
junto a su maestro. Y tras salir del edificio en el que se encontraba junto con él
y con Helena, que resulta ser una casa abandonada, de dos pisos y de aproximadamente
seis ambientes ubicada en una zona de árboles del parque de St. James en
Westminter, escucha con atención a sus dos superiores, a la vez que siente la
fría brisa de los vientos londinenses pasar por su pálida piel y mira el oscuro
firmamento.
-De acuerdo a lo que Data dijo, están por la calle de Victoria
Embankment, cerca del muelle de este distrito y muy cerca de donde estamos. –
comienza a explicar Helena, acomodándose la bufanda - Tenemos que ir por Bridge
St. para interceptarlos y vigilar sus movimientos sin ser detectados. Y sólo si
es necesario, acabar con ellos para evitar que los tomen a Soleyu y a ti,
Stuart. Debemos saber qué vinieron a hacer aquí en Londres. No puede
ser que sepan que estamos aquí, ya que somos muy buenos desapareciendo…
-Puede que estén tras los Fragmentos de Omega, con el fin de
saber el origen de las capacidades de cada uno de los miembros de dicha
organización de generar y manipular los elementos de la naturaleza. – supone Stuart, con un gesto de manos.
-Sí. Pero aún así, tenemos que averiguarlo en persona. Puede
que escuchemos algo interesante de las bocas de sus soldados.
-De acuerdo. Vayamos.
Terminada la charla, los tres proceden a marcharse a trote
hacia la calle de Victoria Embankment por medio de Bridge St. en medio de la
noche, sin preocuparse por ser encontrados de su escondite por la gente o por
los guardias del parque de St. James, debido a que son muy buenos
desapareciendo. Pero antes de irse, Abraham da un último vistazo hacia la casa,
sonriendo una vez más antes de ponerse el sombrero e irse.
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