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6-Dos testigos

8:30 de la mañana

Tras huir de la oficial Winifred Burkle en su intento frustrado de secuestrar a la joven Syrinne, el llamado Cuervo Eléctrico corre hacia un callejón, donde se oculta por un momento de la misma oficial. En cuanto llega no tarda en golpear con rabia una pared, dejando una grieta visible en ella.

-¡Mierda! ¿¡Cómo es que esa policía me ha encontrado!? ¿Me habrá seguido? No, imposible. ¡Si me había asegurado de que nadie me siguiera mientras iba a por esa chica...! 

Su rabia es tal, que parece estar a punto de volver a golpear la pared. Pero entonces, se detiene. Parece sentir que está siendo observado de lejos, por alguien. ¿Tal vez por la misma oficial que lo descubrió?
No podría estar seguro. Porque en cuanto dirige su mirada hacia una vereda paralela a la suya, no ve nada más que un par de negocios, junto a la gente que pasa al lado. No parece encontrar a nadie sospechoso.

-¡En fin! - se dice a sí mismo, tratando de calmarse - Dada la situación, creo que debería ir a por "aquello" ahora mismo... Si la policía me está siguiendo, entonces actuaré como distracción para que descuiden a la chica.

Con mal humor, sale nuevamente a la calle, metiéndose las manos en los bolsillos. Su próximo objetivo sería el casino de Manhattan, en busca de algo más de vital importancia como Syrinne. ¿Otra persona, o tal vez algo? De momento, desconocido.
Aún viéndose expuesto ante la gente, que comienza a extrañarse de su apariencia, hace caso omiso de ella. Toma a los ciudadanos de la ciudad por estúpidos sin cerebro. Incluso empuja de forma desconsiderada a un peatón que se cruzó en su camino.

-¡Oiga, tenga cuidado! - le advierte el hombre, sólo para recibir como respuesta un corte de manga. El Cuervo continúa siguiendo de largo, sin haber siquiera reparado en su apariencia de vagabundo.

Con el gorro en el suelo, este hombre esboza un rostro disgustado mientras lo recoge. Pero para ser una persona sin hogar, no luce tan sucio, ni tampoco tan viejo.
Y es que, a pesar de haber sido empujado de forma irrespetuosa por aquel extraño, este joven hombre no tarda en esbozar una sonrisa de satisfacción, como si hubiera querido que eso pasara exactamente. Entonces, una vez que vuelve a colocarse su gorro, ingresa a una tienda de ropa que encuentra por ahí, desapareciendo de la vista.

Por otro lado, Soleyu, que aún continua pensativo, decide levantarse de su sofá para echar otro vistazo a los alrededores de la ciudad desde su ventana. Todavía preocupado por la experiencia que vivió la noche anterior, al ver a ese asesino matar a un delincuente con electricidad generada en su mano derecha, el corredor agradece estar vivo, pese a que sigue sin entender cómo acabó en su hogar sano y salvo.

Confuso, mira por un momento la calle. Ve con tranquilidad a la gente transitar, a los autos y camiones pasar de largo... Y de repente, los nervios regresan a él, ya que también vuelve a descubrir al asesino de la noche anterior, caminando hacia una dirección que él desconoce con la total indiferencia.

-¿Q-Qué demonios hace él en las calles? ¿Estará buscándome?

Con apenas verlo, Soleyu se siente amenazado, pensando que tal vez está siendo evidentemente buscado, aunque en realidad no parece ser así. Se aleja de la ventana, pues su tranquilidad se vio truncada. Mirando hacia el suelo, se pone a pensar.

-Maldición, ese tipo es peligroso con apenas verlo... No sé que pretende hacer, tal vez...¿Matarme a mí, matar a otros? ¿Quién es este sujeto? Debería haber alguna información sobre él...

Al terminar de pensar, vuelve a levantar la mirada. Pero de repente queda muy sorprendido, porque descubre a una mujer de piel pálida, cabello rojizo, y con los dientes caninos sobresaliendo, sobre su propia ventana, observándolo con una mirada de inocente preocupación. Por la posición en la que se encuentra, pareciera que escaló con sus propias manos por las ventanas del edificio hasta llegar a su apartamento.

-¿¿¿Q-QUÉ??? - alcanza a decir Soleyu, antes de marcharse de inmediato de su apartamento. En los pasillos, intenta recobrar la calma otra vez. -¿¡Quién demonios es esa mujer!? ¿¡Y cómo carajos ha aparecido en mi ventana!? 

Ante lo que sucede, el corredor decide salir fuera a la calle, esperando que aquel asesino no lo encontrase...ni esa mujer. ¿Por qué había aparecido en su propia ventana?

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