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4-Causa de la muerte

8:05 de la mañana. 

En una cafetería local, en medio de otras personas que siguen de largo, o que también toman una taza de café, una mujer toma de la suya propia mientras empieza el día. 

Durante un sorbo, observa las calles con una mirada sagaz, divisando a cada hombre, mujer o niño pequeño caminar hacia adelante. Por un breve momento esboza una mueca nostálgica cuando divisa a un par de hermanas ir a la escuela, acompañadas por sus padres. Como si le recordara algo de su infancia.
Una vez que termina el café, dirige la mirada hacia su propio teléfono móvil, a fin de leer un par de mensajes de texto recientes. Empieza por el de un colega, que le había pedido ayuda para descubrir al sospechoso de un caso de robo a mano armada; 


"Hey Fred, tú que eres grandiosa en esto, necesito que me ayudes a saber exactamente cuál de los cinco sospechosos es el ladrón" Bertie.

Luego lee un mensaje de su jefe: se le había asignado un caso de homicidio que ya logró resolver, exactamente el mismo día que recibió el caso; 


"Fred, éste será tu siguiente caso. Un hombre fue encontrado muerto en su propio departamento. Al parecer, hay indicios de que el crimen fue pasional, pues el asesino no ingresó por la fuerza" Jefe Williamson.

Y ahora el último mensaje, recibido hace unos segundos. Una fotografía de perfil de ella misma, con cabello rojo, ojos verdes, y un rostro serio pero también sonriente. Había sido enviada por otra compañera del trabajo.


"¡Fred, mira lo bonita que eres cuando sonríes en los periódicos! ¡Desearía ser igual de brillante que tú, pero como soy una novata tendré que esforzarme al máximo! Así podré salir como tú en las noticias" Carla.

Winifred Burkle sonríe ante ese comentario, y escribe una respuesta con sus dedos. Su uniforme azul oscuro, junto a su corbata y gorra negras, la delatan como una policía ante el resto de la población neoyorquina en este momento. Concretamente, como la mujer policía más conocida de la ciudad, pues a sus veintinueve años es considerada una de las mejores por resolver muchísimos casos, incluso hasta los más desconcertantes.
Los que la conocen consideran que tiene una especie de don natural para identificar a los verdaderos culpables de todo crimen, además de esclarecerlos. Y de hecho, lo tiene. Aunque eso no significa que nunca se sorprenda con lo que descubre. 
Como por ejemplo, la misteriosa muerte del alcalde de la ciudad y su familia la noche anterior. ¿Qué fue lo que le sucedió? No parecía tener enemigos personales. Ni nadie aquí parecía odiarlo, porque de lo contrario, no habría sido reelegido para retomar su cargo como alcalde por segunda vez.

Su pensamiento, sin embargo, se ve interrumpido por una llamada de su walkie talkie. Por lo que guarda su teléfono móvil para tomar su radio.

-Al habla Burkle…¿Otro delincuente más? Bien, enseguida voy para allá.

Con un suspiro, y dejando algo de dinero al lado de su taza, la oficial se marcha de inmediato del restaurante, sin preocuparse por llamar la atención de algún camarero, o de algún oportunista que busque tomar dicho dinero, ya que sabe que nadie lo tomará.
Y en un callejón oscuro y lúgubre de la ciudad, una de varias cámaras de vigilancia de la ciudad capta a una parte de la policía neoyorquina allí, investigando un homicidio ocurrido la noche anterior, distinto pero simultáneo al del alcalde y su familia. 
Mientras los analistas intentan buscar rastros de ADN, huellas dactilares o incluso pelos en la escena del crimen, dos investigadores discuten acerca del hecho a la vez que le impiden el paso a los curiosos.

-No me sorprende que haya un asesinato así en estos días. La víctima después de todo tenía aspecto de delincuente, como todos los criminales que fueron falleciendo desde el año anterior.

-Parece que tenemos un tipo de “vigilante” que hace las cosas por nosotros... perdón, QUE NOS QUITA EL TRABAJO A NOSOTROS.

-Bueno, este tipo que se las apaña de justiciero no nos está quitando trabajo, nos está dando más casos por resolver. Oh, y hablando de quitarnos trabajo, tenemos también a Fred. No sólo se encarga de los delincuentes, sino también de la propia corrupción policial...

-Qué pereza me está dando esto…

-Si es así, tienes a la "toda talentosa oficial" para resolver gran parte de ellos...

-Supongo, ¡pero también quiero resolverlos por mi cuenta!

-Estás siendo irónico.

-Hmph, por mí deberíamos matar a todos los criminales...

De la nada, Fred aparece ante los descarados policías, interrumpiéndolos. Su sola presencia es suficiente para llamar la atención de casi todo el equipo policial, que comienza a murmurar tanto elogios como celos.

-Lo que hacemos no es MATAR a los criminales, es arrestarlos y meterlos en la cárcel. Nosotros, la policía, nos encargamos de hacer cumplir la ley y representar lo que es la verdadera justicia.

-¡Oh, “Fred”, eres tú! ¡Siento lo que dije! ¡Te ves radiante con ese cabello rojo! ¿He dicho "matar" verdad? ¡Quise decir….!

-Ya es suficiente - lo calla la mujer - ¿Qué ha pasado aquí? ¿Alguna información de nuestra víctima?

-Bueno… Por su aspecto puede tratarse de alguien oriundo de México. No encontramos ningún pasaporte ni documento que nos diera alguna información suya como la dirección de su hogar, su numero telefónico, pero encontramos una especie de tarjeta con una foto suya, junto con su nombre…

El investigador le da la tarjeta a Fred, quien la observa detenidamente.

-Raimundo Cortéz… Agente menor del "Ala Negra"….¿Nivel 2? – comenta la policía, desconcertada – Parece que es miembro de alguna especie de organización criminal. ¿Y cómo murió?

-Intentamos saber eso – contesta el otro investigador - Si lo desea, puede ver el estado del cadáver…

Fred entonces camina hacia el grupo de forenses, quienes le dan permiso para examinar el cadáver, que pronto empezará su proceso de descomposición.
Al verlo, la oficial comienza a sentir, en lugar de náuseas, cierta confusión, ya que además de la expresión de horror que la víctima conservó hasta su muerte, descubre que su cuerpo tiene varias quemaduras, provocadas por algún tipo de aparato eléctrico. 
Dichas quemaduras forman, para su atenta curiosidad, una especie de patrón que se origina a partir de una herida principal en el pecho. Una herida con las marcas de un golpe físico, que junto a las quemaduras forma como una especie de circuito, extendido por todo su cuerpo.
Con este último detalle, no tarda en preguntarse que hay algo que no cuadra aquí.

-Esto es extraño… Es como si quien lo haya asesinado…¿fuese capaz de “crear” electricidad? – dice, confusa. – Suena increíble pero…

-Sí, suena increíble. - la interrumpe uno de los forenses - Pero estamos determinando si las quemaduras fueron causadas después de que el asesino hubiera golpeado al desgraciado…digo, a la víctima. Aunque bueno, quizás el asesino sea “capaz” de utilizar la electricidad.

-¿Cómo dices? ¿Acaso esto no es nada nuevo? - contesta, confundida.

-¿No lo sabía? Me sorprende de usted, oficial Burkle. Desde que varios delincuentes han empezado a morir hace un año, la gente ha atribuido estos crímenes a un vigilante conocido como “El Cuervo Eléctrico”.

-¿El Cuervo Eléctrico? - vuelve a preguntar, frunciendo el ceño.

-Sí. De acuerdo a esa misma gente, el asesino no es humano, sino que parece estar cubierto de plumas oscuras, como dicha ave. Además cuentan que quienes lo han visto dijeron que posee unos ojos rojos diabólicos que brillan como el rubí.

-E imagino que lo llaman “Eléctrico” por la manera en que mueren sus víctimas…

-Exacto. Casi toda la población neoyorquina ha oído de este sujeto, así que si va a hacerles preguntas, por más que no le digan mucho, pueden saber demasiado... ya que suelen escuchar los gritos de las víctimas que mata.

Desconcertada por esto más que por la causa de la muerte de Raimundo Cortéz, Fred decide hablar con la gente que vive alrededor de la escena del crimen, en un intento de buscar respuestas acerca de lo sucedido. Se pregunta también cómo es que alguien como ella, que casi siempre está al tanto de todo, no sepa de la existencia de este supuesto vigilante.

-Buenos días, señora Dipp. - saluda con cortesía a su primera testigo - Dígame, ¿sabe algo acerca del homicidio ocurrido la noche anterior?

-¡Yo no sé nada de nada, a mi no me involucren en esto! – demanda de forma deshonesta la anciana, que se marcha.

-...Gracias. Bueno, señor Fuch, ¿cómo le va? ¿Ha visto lo que ha sucedido ayer?

-Bueno, ehm… Yo estaba viendo la televisión cuando escuché un grito. Abrí mi ventana para ver qué sucedía y entonces vi a dos hombres…uno de ellos estaba arrastrándose en el suelo mientras que el otro… bueno, el otro…que era rubio...simplemente parecía mirarlo fijamente…con… ¡Ojos que brillaban en rojo! Eso es todo…No diré más.

-…Entiendo. Gracias señor Fuch. – contesta Fred, que de pronto descubre al resto de testigos apartarse - Parece que no conseguiré mucha información así…

Sin estar satisfecha, ella termina por cerrar los ojos y permanecer de brazos cruzados, ante los ojos de sus colegas y los testigos, que comparten la misma expectativa de que descubra algo. En un profundo silencio, comienza a imaginar la apariencia del asesino en base a lo que la gente sabe, aún teniendo la única descripción de un testigo. Rubio... ropa emplumada... ojos rojos...
Dicho asesino, dentro de su mente, es descrito como un muchacho joven, de piel pálida, de cabello rubio, con ojos rojos brillantes como el rubí, y con un chaleco emplumado de color oscuro, semejante a una especie de diablo alado. Pieza por pieza, la imagen de aquel muchacho se forma a sus espaldas, como si mirara a la multitud que los rodea a ambos.


-¿Qué crees que hace? - pregunta el investigador a su colega.

-Qué se yo, supongo que estará pensando en algo. - contesta éste, que continúa observando a la oficial. 

Con la supuesta apariencia del vigilante descubierta, Fred de repente es perturbada por unas palabras extrañas y de tono tenebroso que resuenan en su mente. La sorpresa es tal, que sus ojos se abren, asombrando a todos aquellos que todavía la observan.

-"Es….ella. Debo ir a por ella. Tiene lo que necesito. ¡No la debo dejar ir!"

Un pensamiento oscuro llama su atención, una serie de palabras que la incomodan bastante, y la hacen darse cuenta de que muy cerca suyo anda alguien con malas intenciones. ¿Podría ser él, el propio Cuervo Eléctrico?
Ante esto se marcha inesperadamente del callejón hacia la calle, donde intenta buscar a esa persona. No quiere perder la oportunidad de dar con aquel vigilante de quien nunca había oído hablar.

-¡Eh, Fred! ¿A dónde vas? - alcanzan a gritarle los detectives, antes de perderla de vista.

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