EL DISEÑO DEL BLOG ESTÁ AÚN EN RENOVACIÓN. GRACIAS POR LA PACIENCIA

Capítulos

3-A trabajar

7 de la mañana.

Dentro de un cuarto pequeño, un espejo situado en una pared refleja a una joven, rodeada por una estantería de libros, un armario, y un escritorio vacío. Con tranquilidad, sintiéndose protegida por algo que aferra con una de sus manos, duerme boca arriba sin que nada ni nadie la moleste. Hasta que la alarma de un reloj la obliga a despertar en una mañana como cualquier otra.
De un ligero manotazo, apaga la alarma con su otra mano. Luego se quita de encima las sábanas que la cubren para levantarse de la cama. Y mientras comienza a rascarse los ojos, dirige sus pasos hacia el baño, sin prestarle atención a la hora de su reloj ni a la puerta de su habitación, que siempre se encuentra abierta
Cuando finalmente llega a la puerta del baño, abre tanto los ojos como la misma puerta. Y lo primero que ve después de encender la luz es su propio reflejo, materializado en el espejo de encima del lavabo.

Esto terminaría por quitarle lo que aún le quedaba de sueño. Por alguna razón, ver a la joven de ojos verdes, cabello negro, labios rosados y de mejillas casi hundidas reflejada en su espejo parece molestarla. ¿Quizás no quiere reconocer a la hermosa muchacha reflejada en el vidrio? ¿O tal vez, así como luce, parece traer a su memoria algún recuerdo desagradable?

De cualquier modo, elige ignorarlo. Pasa a girar las llaves de la ducha, causando que el agua caiga del rociador a modo de lluvia sobre la tina. En cuanto el vapor se hace presente ella se desnuda, quitándose el pijama rosado del cuerpo esbelto, blanco y cubierto por marcas extrañas, sobre todo en los brazos. Al mismo tiempo, el espejo que encierra su propio reflejo se ve completamente nublado por el vapor.
Pero antes de meterse en la ducha, se quita también algo más: un extraño collar que llevaba puesto sobre su cuello, compuesto por una piedra bastante preciosa, cuyo color violeta y brillo recuerda a una amatista. A juzgar por su aspecto, podría valer una considerable fortuna, pero no le importa. El único valor que le encuentra al objeto es el personal, pues había sido un regalo de alguien muy querido. Tanto significa para ella, que incluso lo lleva puesto hasta cuando duerme. No siempre suele quitárselo, salvo en momentos como este, donde deja de ser una parte de sí misma por poco tiempo.
Ya con el collar y su pijama sobre un par de bastidores, la joven se mete de una vez a la tina, donde la ráfaga de agua tibia la estaba esperando, como si fuese una regadera a punto de bañar a una planta.

Tras un rato, termina de bañarse. Cierra las llaves del agua, y luego se seca la cabeza antes de cubrir su cuerpo con una toalla. Acto seguido se cepilla los dientes, sin mirarse en el espejo, aún nublado. Y cuando termina, se marcha de nuevo hacia su habitación para cambiarse, llevándose consigo tanto el collar como el pijama.
Al cabo de unos minutos, una señorita completamente distinta sale al pasillo. Porque al contrario que con el pijama rosa, luce ahora una vestimenta notablemente particular: una camisa y falda que comparten el mismo estilo oscuro y el mismo color verde, con la diferencia de que la prenda inferior posee una gama más oscura; y el rostro completamente maquillado, con los labios pintados de un gris oscuro, y sus pestañas más negras de lo normal.

-¡Buenos días, Syrinne! – le dice una voz desde la cocina. Se trata de su madre, que la ve venir hacia el comedor mientras se prepara el desayuno.

-Buenos días, madre. – le contesta la joven, con el mismo acento europeo al llegar al comedor. – ¿Hoy es un lindo día, verdad? – pregunta, mientras busca un pedazo de pan para hacerse una tostada.

-Sí, el sol está comenzando a brillar. De hecho, siempre ha brillado para nosotras desde que hemos llegado a este país hace un año. Supongo que será por el famoso “sueño americano” que los estadounidenses luchan por conseguir. 

-Sí, supongo... - responde con un ligero suspiro. Su madre ya había empezado a hablar de más, como siempre.

-Antes, cuando estábamos en Canadá, apenas podíamos verlo con esperanzas debido a que las nubes solían taparlo. Y a diferencia de hoy, casi siempre vivimos debajo de las nubes. Ay, si tan sólo tu hermano siguiese aquí…

-Para. Ni lo menciones. Por favor. – la interrumpe, molesta – Mientras no pensemos en ello las cosas irán para bien. Además, se supone que la vida continúa ¿no es así?

-Sí, pero tampoco es algo que pueda olvidarse fácilmente, mi niña…Sobre todo cuando te veo lucir así... Bueno, qué estoy diciendo, veré que novedad hay en las noticias…

Dicho esto, su madre enciende la televisión para encontrar el primer canal de noticias. Logró sintonizarlo unos segundos después de empezar.

-¡Esta es una terrible noticia para nuestros ciudadanos neoyorquinos! ¡La noche anterior, el alcalde de la ciudad, Gilbert Rosemberg, ha muerto junto a su mujer Giselle y sus tres hijas Ariadna, María y Camille en un incendio ocurrido en su hogar! La policía investiga en este mismo momento si este trágico evento pueda tratarse de un accidente, o de un homicidio…

De repente, ambas mujeres abren la boca ante semejante noticia. Syrinne, que había empezado a mordisquear una tostada, la deja caer de su boca.

-¿Qué? ¿El alcalde de la ciudad, muerto de repente? 

-¿Pero por qué tuvo que pasar esto? Era un muy buen hombre…¡Oh mira Syrinne! Están diciendo que los únicos sobrevivientes son los dos nietos pequeños del alcalde, que se encontraban allí en el momento de su muerte. Pobrecitos, deben de estar bastante afectados como para poder hablar a su edad…

-Vaya… Que terrible…¿de repente, tan así? Yo creo que hay algo raro aquí… - determina, mientras vuelve a morder su tostada - Por cierto madre, ¿qué hora es? No he visto el reloj desde que me levanté.

-Son casi las ocho en punto...

-¿¡QUÉ!? – se levanta con asombro. De nuevo deja caer la tostada sobre la mesa - ¿¡Cómo es posible!? Si apenas acabé de asearme y de prepararme una tostada... ¡Llegaré tarde al trabajo!

Apresurada, la joven se come al instante su desayuno, dejando caer ahora varias migajas sobre la mesa. Luego bebe un poco de leche, coge sus llaves, su teléfono móvil, y se coloca encima un delantal blanco, que contrasta enormemente con el resto de su ropa oscura.

-Ten cuidado allí afuera, mi niña. – le advierte su madre cuando Syrinne se despide de ella.

-Sí, sí. - responde, retirándose llena de prisa.

Y al salir a la calle, la joven contempla su collar y se lo oculta por debajo de la camisa antes de comenzar a correr hacia su lugar de trabajo, a unas diez cuadras de distancia de su hogar. La gente a su alrededor, incluyendo algunos de sus vecinos, la ven nuevamente con el aspecto de siempre, aún con el delantal encima. Con cierta sorpresa, se preguntan si acaso jamás rió o lloró en su vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores (¡Sigue este blog!)